24 jun 2011

Financiarización, refeuzalización y luchas contra la deuda

Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una
vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán
las condiciones necesarias y establecerán las normas
pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización
del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación.
Constitución española, Artículo 47 cap. III


Atónitos, vemos hoy renacer fantasmas de la Edad Media. Algunos dicen que la financiarización es sólo la cara Mr.Hyde de la economía, que ésta comparte habitación con su compañera buena, la economía productiva. Pero sabemos que si el capital siempre ha funcionado mediante el expolio –de una parte del salario- ahora este proceso toma todas sus dimensiones, puesto que el robo también se efectúa directamente sobre el ahorro y sobre el conjunto de la vida social –privatizando el welfare y apropiándose de las rentas de la cooperación social. En este sentido, vemos hoy reproducirse una forma de expropiación supuestamente precapitalista, un nuevo feudalismo que se apropia de la riqueza de forma parasitaria e invalida de facto cualquier vieja distinción entre economía productiva y especulativa, entre renta y beneficio.

Ningún espacio de la vida social ha quedado exento de este proceso. En Wall Street –por poner un punto de referencia- se especula día a día con la vida del planeta; desde la vivienda a la educación, el software, las relaciones sociales, el amor, el miedo o el aire. Uno de los últimos grandes éxitos lo han logrado unos valientes accionistas que se han dedicado a acaparar toneladas de alimentos para luego revenderlos más caros, condenando a millones de personas a la muerte, pero consiguiendo, eso sí, beneficios astronómicos.

La crisis ha abierto las puertas de los mercados financieros no sólo a los parlamentos sino al conjunto de la vida. Todo se mide por costes y beneficios, no importa nada más. Ahora bien, los costes siempre los pagan los mismos, y los beneficios también se los llevan los mismos de siempre. El último informe de Forbes no hace más que corroborar esta norma: las élites económicas -empresariales y financieras- están sacando más beneficios que nunca –en el caso de las empresas españolas la suma total supera los 50.000 millones de euros para el ejercicio 2010- y no porque sean los mejores de la clase sino porque expolian la riqueza de todos nosotros, quienes estamos dejando que nos cambien nuestros derechos y nuestras vidas por sus yates, mansiones y bonus. Mientras tanto, en los últimos años, hemos visto un declive de los impuestos a las rentas más altas y a las nuevas cuencas de beneficio. Al plantear la Tasa Tobin –impuesto a los mercados financieros- parece que se esté hablando de un crimen contra la humanidad. Los españoles más ricos consiguen evadir más de 80.000 millones de euros al año. Sin embargo, y ante la situación generalizada de precarización, endeudamiento, reducción derechos, depresión, aumento del paro, los despidos y los desahucios, cuando se habla de distribución de la riqueza parece que entonces llega la hora del patio en el congreso.

La privatización del welfare es un proceso que lleva más de treinta años encendido pero su llama se está propagando rápidamente con la crisis. De la reproducción social garantizada pasamos a la reproducción social privatizada, donde las posibilidades de vida dependen directamente del nivel de renta y de las posibilidades de endeudamiento. Darwinismo de clase. El caso más conocido de este gran éxito empresarial es EEUU, el paraíso de la democracia liberal donde mueren cada año más de 100.000 personas por no poderse pagar el médico. En el caso de la educación identificamos una tendencia similar. En 1976 el precio de acceso a una universidad pública era de 924 dólares. Ahora supera los 6.000. En el caso de las privadas se ha pasado de 3.051 a más de 22.000. Si en los años 70 un estudiante se podía pagar los estudios universitarios en una universidad privada trabajando 20 horas la semana, ahora tendría que trabajar 136 horas la semana para conseguirlo. A uno le vendrá directamente a la cabeza cómo, ante este panorama, la deuda se presenta como un imperativo. Pues bien, la totalidad de la deuda estudiantil en EEUU supera los 880.000 millones de dólares, una cifra equivalente al PIB de todo México. Se trata de una hipoteca insostenible para millones de personas, considerando la precarización creciente del mercado de trabajo. Algunos incluso predicen que la burbuja estudiantil será la próxima en estallar. Vemos, por lo tanto, cómo el desmantelamiento del welfare corre paralelo al desarrollo de los mercados financieros. Definitivamente nuestros derechos se convierten en plusvalías financieras.

Sabemos que este no es un proceso exclusivo en EEUU sino que también lo podemos identificar con claridad en Europa. No hay país europeo que escape del diktat de la austeridad y de los recortes sociales. Todos, menos los ricos, claro, tenemos que apretarnos el cinturón. Todos, menos los ricos, tenemos que pagar la factura de la crisis. Los gobiernos han regalado millones a los mercados financieros y ahora tenemos que pagar la deuda, de por vida, mediante una reducción gradual de derechos. En el Reino Unido el pasado Diciembre se aprobó la liberalización de las tasas universitarias hasta los 10.500€. Como dice Bifo, si la educación no salía rentable probaron con la ignorancia. En el Estado Español la financiarización está golpeando con especial fuerza los que pagan su primera residencia, por culpa de una anomalía jurídica, un tumor que condena a las familias hipotecadas insolventes a dar la casa al banco y continuar pagando la deuda a éste. Esta atrocidad ya ha condenado a casi 300.000 familias, que han vivido por propia carne un proceso que sus antepasados ya habían vivido durante el feudalismo: pagar periódicamente los tributos al señor, y cuando uno ya no los puede pagar, éste te quita la casa, te sigue reclamando la deuda, te quitan la custodia de los hijos, y si no lo aceptas puedes llegar a ir a la cárcel. Actualmente las familias deben al señor más de 600.000 millones de euros, la mayoría por culpa de hipotecas concedidas con alto riesgo de impago. Un gran regalo de los bancos para sí mismos.

Esta desposesión se está desarrollando en silencio pero no sin respuesta. Desde principios del 2009, la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca (PAH) [afectadosporlahipoteca.wordpress.com] se está constituyendo como un punto de referencia de las luchas de los hipotecados contra el expolio bancario. El proceso ha sido lento pero está siendo fundamental para detener numerosos desahucios mediante actos de desobediencia, exigiendo una medida de mínimos que muy probablemente terminará aprobada en el congreso: la dación en pago –suspensión de la deuda en el momento de entrega de la vivienda. Esta es una propuesta de mínimos pero tiene que extenderse hasta convertirse en un nuevo derecho básico contra la impunidad de la financiarización. Si las empresas tienen derecho la bancarrota ¿por qué las personas físicas no deberían poder tenerlo? En EEUU los estudiantes hace años que reclaman la necesidad de poderse declarar en bancarrota. El problema no es poder o no estudiar sino tener que anticipar el salario para poder hacerlo, asumiendo así los riesgos del mercado en una hipoteca de por vida. El deudor y el hipotecado no sólo son la viva imagen de la financiarización sino de la crisis del mercado de trabajo y de la incapacidad del trabajo asalariado de asegurar una vida mínimamente digna. Por lo tanto, allí y en todas partes, si el incentivo al consumo y el acceso al welfare se desarrollan a través de la deuda, el derecho a la bancarrota tiene que ser un derecho básico de reapropiación de la riqueza.

Por otro lado, si a la vez que se multiplican los costes –privatización del welfare- se reducen las posibilidades de conseguir dinero –paro estructural y empleo precario-, entonces se presenta como necesario desvincular el acceso al líquido de la prestación laboral. Durante los últimos quince años el consumo ha aumentado sin que los salarios lo hicieran ¿cómo ha sucedido esto? Mediante el incentivo a la deuda. Ni el salario ni el trabajo asalariado son ya capaces de asegurar estabilidad y bienestar –ni como líquido para las personas ni como impuestos para la financiación del welfare. Si a esto añadimos que el capital opera cada vez más de forma rentista, lo justo es que la distribución de la riqueza se efectúe también a través de una renta garantizada y no meramente a través un salario ligado a la prestación laboral. Conocido como renta básica universal, este no es solamente un derecho de existencia ante la escasez estructural de empleo o la precarización de la vida, sino que es también una forma de reapropiación de la riqueza y de la autonomía social de la producción. Algunos dicen que para esto no hay dinero. Pues bien, con una Tasa Tobin mínima del 1% sobre los mercados financieros se podría asegurar una renta básica de casi 700€/mes para cada habitante europeo. Si a esto le sumamos impuestos a las nuevas cuencas de beneficio se podría conseguir fácilmente una buena suma de dinero.

Si hacemos un ejercicio de traducción podemos decir que las luchas obreras por el salario en el fordismo son hoy las luchas por la renta básica –salario garantizado- y el derecho a la bancarrota –reapropiación del salario. Con estos dos nuevos derechos básicos tenemos que avanzar no sólo hacia la reapropiación del welfare sino de nuestras vidas. Las prácticas de la PAH, de los estudiantes ingleses ocupando bancos para estudiar o de las universidades anómalas existentes por toda Europa, marcan vías interesantes de las luchas metropolitanas contra la financiarización. La red Edu-Factory [www.edu-factory.org] propone un día mundial contra la deuda. Quizás sería un buen punto desde el que empezar a trabajar conjuntamente, para arrebatar el poder de mando a los mercados financieros e iniciar la construcción de una verdadera democracia global.

Cuando el vasallo proscrito empezase a hacer la guerra a su rey,
ya por sí,ya por cuenta de su nuevo señor,
el monarca podía destruirle sus bienes muebles y derribarle sus casas, pero no arrasar sus propiedades territoriales;
si el rey le confiscaba éstas, el vasallo proscrito podía a su vez tomar al rey otras heredades
de un valor equivalente al de aquellas que el monarca le había confiscado.

Fuero Viejo de Castilla, I, 4, 2 ; Partida IV, 25, 10

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